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Actividades de escritura creativa en curso

3 Feb Actividades de escritura creativa en los talleres literarios de LIBRO VUELA LIBRE en Valencia

Actividades de escritura creativa de la clave NT41. Mientras continúan los homenajes a Julio Cortázar en los talleres de escritura en Valencia adscritos a LIBRO VUELA LIBRE, un nuevo bloque de actividades literarias nos invita a revisitar la narrativa de Camilo José Cela, Juan Carlos Onetti, Joseph Conrad y Jorge Luis Borges.

Sigue las instrucciones de tu grupo y disfruta de este nuevo encuentro con cuatro grandes narradores del siglo XX:

Actividades creativas en curso en los talleres de escritura en Valencia de LIBRO VUELA LIBRE

Talleres de escritura adscritos a LIBRO VUELA LIBRE en Valencia, tributos en curso:

Actividades de escritura creativa de la clave NT41. Fragmento de La colmena, de Camilo José Cela:

La mujer se va por la acera, camino de la plaza de Alonso Martín. En una ventana del café que hace esquina al bulevar, dos hombres hablan. Son dos hombres jóvenes, uno de veintitantos y otro de treinta y tantos años; el más viejo tiene aspecto de jurado en un concurso literario; el más joven tiene aire de ser novelista. Se nota enseguida que lo que están hablando es algo muy parecido a lo siguiente:

-La novela la he presentado bajo el lema «Teresa de Cepeda» y en ella abordo algunas facetas inéditas de ese eterno problema que…

-Bien, bien. ¿Me da un poco de agua, por favor?

-Sin favor. La he repasado varias veces y creo poder decir con orgullo que en toda ella no hay una sola cacofonía.

-Muy interesante.

Actividades de escritura creativa de la clave NT41. Fragmento de Esbjerg, en la costa, de Juan Carlos Onetti:

Menos mal que la tarde se ha hecho menos fría y a veces el sol, aguado, ilumina las calles y las paredes; porque a esta hora deben estar caminando en Puerto Nuevo, junto al barco o haciendo tiempo de un muelle a otro, del quiosco de la Prefectura al quiosco de los sándwiches. Kirsten, corpulenta, sin tacos, un sombrero aplastado en su pelo amarillo; y él, Montes, bajo, aburrido y nervioso, espiando la cara de la mujer, aprendiendo sin saberlo nombres de barcos, siguiendo distraído las maniobras con los cabos.

Me lo imagino pasándose los dientes por el bigote mientras pesa sus ganas de empujar el cuerpo campesino de la mujer, engordando en la ciudad y el ocio, y hacerlo caer en esa faja de agua, entre la piedra mojada y el hierro negro de los buques donde hay ruido de hervor y escasea el espacio para que uno pueda sostenerse a flote.

Actividades de escritura creativa de la clave NT41. Fragmento de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad:

Guardó silencio. Las llamas se deslizaban por el río, llamas pequeñas y de color verde, llamas rojas, llamas blancas, que se perseguían y que se alcanzaban, uniéndose, para luego cruzarse y separarse muy lentamente, o muy aprisa. El tráfico de la gran ciudad proseguía en una noche cada vez más densa, sobre un río que jamás dormía. Nos observábamos, esperando, pacientemente. No había nada que hacer mientras no cambiara la marea, pero solo después de un largo silencio, al decir Marlow, con vos vacilante, “Supongo, camaradas, que recordaréis que en cierta ocasión probé suerte como marino de agua dulce”, nos dimos cuenta de que estábamos condenados a escuchar, antes de que la corriente comenzara a descender, otra de sus experiencias ambiguas e inconclusas historias.

Actividades de escritura creativa de la clave NT41. Fragmento de La intrusa, El informe de Brodie, de Jorge Luis Borges

Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida por Eduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristián, el mayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientos noventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguien la oyó de alguien, en el curso de esa larga noche perdida, entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien la supe. Años después, volvieron a contármela en Turdera, donde había acontecido. La segunda versión, algo más prolija, confirmaba en suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones y divergencias que son del caso. La escribo ahora porque en ella se cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índole de los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveo que cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algún pormenor.

Actividades de escritura creativa en curso de la clave 42K:

Actividades de escritura Godella

Texto A

María llevaba muchos años trabajando de firme.  Últimamente se sentía muy cansada.  Hizo una pausa para descansar. De repente, la invadió la tristeza al ver a un niño de la edad de su hijo jugando por el parque. No había tocado nada desde que su padre se lo había llevado, hacía ya un interminable mes. Desde entonces, no lo había vuelto a ver. En el juicio todos habían declarado contra ella; nadie mencionó su recuperación, su presente. Pero no iba a resignarse. Había decidido que apelaría.

Texto B

María se levantaba a las seis de la mañana y a las siete en punto estaba sentada delante del ordenador traduciendo el manuscrito de turno. No paraba hasta la hora de comer. Por las tardes trabajaba en un despacho de arquitectos, donde ejercía de secretaria, intérprete, relaciones públicas o lo que se terciara. Le costaba un esfuerzo inmenso levantarse y ya no aguantaba tantas horas como antes delante del ordenador. Cometía errores y perdía tiempo volviendo atrás para corregirse. Aquella mañana, mientras adelantaba algunas traducciones en casa, se levantó de la silla, se preparó un café con leche, encendió un cigarrillo y se quedó un rato de pie observando desde la ventana de su estudio el ajetreo de la calle. De repente, las lágrimas se le escaparon silenciosas y un nudo en la garganta le impidió terminar el café con leche. Entró en la habitación del niño, miró la cama donde hasta no hacía mucho se sentaba cada noche para contarle un cuento y acarició su cara en el retrato que colgaba de la pared. No había tocado nada desde que su padre se lo había llevado, hacía ya un interminable mes. Desde entonces, no lo había vuelto a ver. En el juicio sólo hablaron de los errores de su pasado, de su adicción a la bebida; nadie mencionó que hacía más de un año que no probaba el alcohol. Pero no iba a resignarse. Al día siguiente tenía una cita con un abogado que jamás había perdido un caso, y aunque tuviera que trabajar día y noche para pagarle, recuperaría a su hijo costase lo que costase.

Texto C

María llevaba muchos años trabajando de firme. Se levantaba a las seis de la mañana y a las siete en punto estaba sentada delante del ordenador traduciendo el manuscrito de turno. No paraba hasta la hora de comer. Por las tardes trabajaba en un despacho de arquitectos, donde ejercía de secretaria, intérprete, relaciones públicas o lo que se terciara. Últimamente se sentía muy cansada. Le costaba un esfuerzo inmenso levantarse por las mañanas y ya no aguantaba tantas horas como antes delante del ordenador. Cometía errores y perdía tiempo volviendo atrás para corregirse. Hizo una pausa para descansar. Se levantó de la silla, se preparó un café con leche, encendió un cigarrillo y se quedó un rato de pie observando desde la ventana de su estudio el ajetreo de la calle. De repente, la invadió la tristeza al ver a un niño de la edad de su hijo jugando por el parque. Las lágrimas se le escaparon silenciosas y un nudo en la garganta le impidió terminar el café con leche. Le echaba de menos. Entró en la habitación del niño, miró la cama donde hasta no hacía mucho se sentaba cada noche para contarle un cuento y acarició su cara en el retrato que colgaba de la pared. No había tocado nada desde que su padre se lo había llevado, hacía ya un interminable mes. Desde entonces, no lo había vuelto a ver. En el juicio todos habían declarado contra ella. Sólo hablaron de los errores de su pasado, de su adicción a la bebida; nadie mencionó su recuperación, su presente: hacía más de un año que no probaba el alcohol. Pero no iba a resignarse. Había decidido que apelaría. Al día siguiente tenía una cita con un abogado que jamás había perdido un caso, y aunque tuviera que trabajar día y noche para pagarle, recuperaría a su hijo costase lo que costase.

 

El juego de las cuatro celdillas