El horror nos acompaña desde siempre. Desde siempre lo incierto nos inquieta y el enigma nos fascina. Aparece ya en leyendas, crónicas y relatos antiguos, en rituales mágicos y en libros como el Claviculae de Salomón. Pero en literatura, el género de terror comienza a prosperar mucho antes de que Edgard Allan Poe fundara el realismo en el horror literario, con bastante anterioridad a que fundiera, con su particular estilo, lo lógico y lo racional con lo sobrenatural más agudo. La recuperación de las metamorfosis clásicas y los esquemas mitológicos para provocar el estremecimiento de lo desconocido ya comienza en el siglo de las Luces, justamente el más cercano al racionalismo y alejado de la imaginación en cualquiera de sus expresiones. ¿Qué circunstancias favorecieron este hecho literario? ¿Qué se oculta tras la cara más universal del miedo? En nuestras tertulias y encuentros literarios hace tiempo que se abrió este debate, que en breve se trasladará a nuestro taller intensivo de escritura creativa en Valencia y a las cadenas de lectura de «Libro, vuela libre»:
En literatura, el género de terror adquiere consistencia y comienza a ser considerado como forma culta a partir del siglo XVIII. Aunque la alta sociedad se inclinaba por el racionalismo, poco a poco obras como La Aparición de Mrs. Veal de Defoe iban interesando al público. Lo sobrenatural, la leyenda tenebrosa y la balada de terror triunfan con el empuje de la literatura gótica inglesa de este periodo. El miedo es un producto fantástico: observa Lovecraft, uno de los grandes del género, que «el alcance de lo espectral y macabro suele ser bastante limitado, ya que exige del lector cierto grado de imaginación y fantasía, una determinada capacidad de evasión de la vida cotidiana. Son pocos los que pueden librarse lo suficiente del encantamiento de la rutina diaria para corresponder a las llamadas del más allá, y los cuentos sobre los sentimientos y acontecimientos comunes siempre ocuparán el gusto de la mayoría. No cabe duda de que los seres sensibles siempre estarán a nuestro lado; aunque ningún racionalismo evitará que la mente más templada se sobrecoja por el susurro del viento en la chimenea…»
El horror es tan antiguo como el pensamiento, y probablemente se relacione, explica Lovecraft, con los instintos y emociones ancestrales del hombre primitivo ante los fenómenos naturales cuyas causas y efectos no entendía. Lo negativo y misterioso -no lo positivo, reconocido y ritualizado- es lo que perdurará en el subconsciente del hombre, junto con los miedos infantiles y el miedo a la muerte. Y es también lo que se liberará en las situaciones terroríficas: un simple crujir de madera o una sombra en un lugar solitario, que sugieren la presencia de un más allá desconocido y espeluznante ante el que toda la fuerza racional se tambalea como un castillo de naipes.
Susana Camps
El mundo, la gente, está cambiando…
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