¿Qué ocurre cuando las palabras se transforman en masas acuosas, cuando un alcatraz se zambulle en nuestra escritura? La metáfora carnaliza, conecta de forma intuitiva las zonas más intangibles del verbo con la densidad de nuestra experiencia. La carne psíquica de la metáfora es como un mar hondo, cuyo roce con la superficie ya nos ilumina. Es un mar que sabe del flujo y reflujo de las olas, que es conocedor de la profundidad, de la corporeidad de la sal y de la sutileza de la espuma:
Los manuales de la Edad Media han hecho una apasionada distinción entre metáfora e imagen, imagen y símil, símil y símbolo, símbolo y emblema. Esencialmente, desde luego, el proceso Seguir leyendo
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