Hay un momento que todo creativo anhela: aquel en que halla la idea, la respuesta que anda buscando. Este glorioso momento, que llega después de todo un proceso de inmersión en el problema y justo en la fase de ensoñación, es el de la iluminación.
Cada proceso creativo es diferente y en el transcurso del mismo pueden experimentarse diversas iluminaciones. Pero toda gran idea, todo hallazgo revelador es solo un paso más hacia el acto creativo. Un paso importante, pero insuficiente, porque el verdadero acto creativo se produce cuando esa idea brillante se traduce en acción y se transforma en algo útil para la los demás.
El proceso de creación contiene pues una sucesión de preparaciones, incubaciones, frustraciones, ideas brillantes y traducciones a la acción. El curso de la acción es complejo y demanda un buen enfoque, y dentro de todas las fases que lo componen siempre destaca esa tan especial en la que se nos enciende la bombilla. Todos hemos sentido alguna vez la euforia de experimentar cómo se nos encendía el piloto amarillo, ¿pero qué pasos suelen conducirnos a la iluminación?
La serpiente de Kekulé, un ejemplo de iluminación creativa: Sigue leyendo
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